La complejidad de intervención en acción social está condicionada por múltiples factores que es preciso reconocer y atender. El trabajo en acción social está frecuentemente acompañado del conflicto (social, personal, institucional, etc.) como factor que determina y condiciona el rol profesional. La supervisión establece un espacio donde el/la profesional puede encontrar nuevos elementos que le ayuden a resituar las dificultades cotidianas en su tarea, tanto en relación con las personas atendidas, con los equipos con quienes trabajan y en el marco de las instituciones que les acogen.
La supervisión del/la profesional de acción social en activo, es un recurso poco utilizado en la intervención social, siendo un déficit necesario de atender. En un momento en que las disciplinas que se dedican a la relación de ayuda sufren una importante crisis de identidad y una pérdida progresiva de vínculos con las personas y grupos que atienden; la burocratización de la acción social pública e incluso privada sitúa al profesional de la Acción Social como gestor, fiscal y planificador de recursos, existiendo una importante pérdida del principal valor identitario del trabajador/a social: su presencia y actitud. La principal herramienta con que cuenta un/a profesional de ayuda es a sí mismo, la persona que junto a otra persona intenta curar, cuidar y recuperar el vínculo personal y social dañado o perdido por ésta. Esta situación de rotura de vínculo es una característica común en la nueva pobreza, es decir, en la exclusión social. Pero para ello habrá que ver qué le pasa al profesional que no utiliza de manera óptima ese, su mejor recurso: a sí mismo. La supervisión se encargará de analizar, reflexionar, contextualizar y revisar las afecciones técnicas, teóricas y humanas del/la profesional que pueden limitarle y dificultarle para una plena atención y ayuda profesional.