El castellano, el gallego, el catalán y el valenciano que se hablan en la península son lenguas romances, como el portugués, el francés, el italiano y el rumano, procedentes todas ellas del latín, lengua perteneciente a la familia itálica, una de las cuatro grandes ramas del tronco lingüístico indoeuropeo. Esto convierte su estudio en imprescindible para conocer a fondo muchas de las lenguas habladas en la Unión Europea. Quien ha estudiado latín, estará de acuerdo en que esto le ha permitido conocer más y mejor su propia lengua y le ha sido de gran ayuda para comprender el funcionamiento y memorizar el vocabulario de muchas otras.
Además, por si este hecho no fuera motivo suficiente para acercarse a esta lengua mal llamada muerta, -pues lo que hoy hablamos no es sino la evolución de la lengua del Imperio Romano-, el latín destaca por su gran precisión, su claridad y su elegancia, rasgos que le han convertido en modelo literario de todas las lenguas occidentales y en lengua de cultura, pues literatos y científicos la emplearon durante siglos.