La labor del Centro de Estudios del Próximo Oriente y la Antigüedad Tardía, se desarrolla en el ámbito del Orientalismo, desde la docencia, investigación y divulgación científica hasta la actividad arqueológica. La existencia en nuestro ámbito universitario de un centro de este tipo se justifica por la trayectoria específica del área de Historia Antigua del Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Historia Medieval y CC y TT Historiográficas de la Universidad de Murcia, marcada en sus inicios por el Prof. Dr. Antonino González Blanco, ya emérito. Su labor se ve plasmada en el hecho de que profesores como Juan Carlos Oliva Mompeán, Juan Antonio Belmonte (ambos de la UCLM), Juan Luis Montero Fenollós (Universidad A Coruña), Gonzalo Matilla Séiquer (UMU) o el investigador del CSIC Juan Pablo Vita Ibarra, fueron alumnos de la Universidad de Murcia y ahora son grandes especialistas en el estudio de la Filología, Historia y Arqueología del Próximo Oriente Antiguo.
Por otra parte, tales estudios, de gran tradición y prestigio en las mejores Universidades europeas y norteamericanas, no tienen en la actualidad entre nosotros atención programática alguna en los planes académicos, a nivel estatal general. El Instituto pretende así abrir nuestros planes de estudios e investigación a campos de gran significación en la Historia de la cultura y que hoy generan un gran interés social.
Atenas y Jerusalén son los dos epicentros culturales que constituyen la columna vertebral de la historia de Occidente. Sin valorar la herencia cultural de esas dos civilizaciones, la helénica y la semítica, difícilmente puede echar andar ningún ejercicio histórico serio. El hebreo bíblico nos permite penetrar en el segundo de estos dos monumentos civilizadores, quizá el más olvidado. Un conocimiento, siquiera somero, de la lengua hebrea nos pondrá en disposición de leer en directo los textos bíblicos, la tradición masorética y, en general, tener contacto con la producción literaria más extensa de toda la Antigüedad en cantidad, tras la greco-romana. Para el historiador y el filólogo especializado en la Antigüedad, el hebreo bíblico también es un excelente instrumento comparativo que le permitirá tamizar las diferentes múltiples lenguas semíticas o camito-semíticas que contiene la oferta lingística del CEPOAT (acadio, fenicio, eblaíta, egipcio, copto, etc.). El Hebreo Bíblico forma parte de las denominadas lenguas semíticas, surgidas en el antiguo Próximo Oriente Antiguo. Los documentos bíblicos y extrabíblicos redactados en hebreo son necesarios para conocer los orígenes de gran parte de nuestra cultura y tradición, llegando a ser conocida la lengua en gran manera por los intelectuales y humanistas del siglo XVI, siendo entonces de estudio prácticamente obligatorio. Junto al griego y el latín, el hebreo se convierte en la tercera gran lengua clásica, lengua de cultura que transmite en sus voces proféticas el legado de todo una etnia de raigambre patriarcal, entroncada en lo más hondo de la tradición de lo que denominamos Occidente.